El señor Benjamín Antonio Romero Acevedo, 22 años, soltero, estudios universitarios, cursa 3er año de Trabajo Social en la Universidad Católica, sede Temuco, con domicilio en Traiguén, narró a nuestro colaborador Raúl Gajardo Leopold el siguiente caso. Citamos textual:
….Mi madre, EMA DEL CARMEN ACEVEDO GEOFFROY, me ha contado que en el verano de 1958, cuando ella tenía 12 años, estando en el fundo San Francisco, de su padre, cercano a la Villa Quilquín, ubicada a 25 km al norte de Traiguén, más o menos a la diez y media de la noche, durante la cena, mi abuelo Benjamín Acevedo Trillat, mi abuelita doña Ivana Geoffroy y mi tía Marta Antonieta Acevedo Geoffroy, todos ellos ya fallecidos, comenzaron a escuchar un ruido ronco, fuerte, que provenía del exterior, del lado derecho de la casa, que era como de burbujas de agua; pensaron que eran del tractor del fundo, accionado por el único trabajador. Pero cuando ese ruido aumentó exageradamente, se alarmaron, y, permaneciendo todos aún en la mesa, por las ventanas de esa dependencia, que tenían gruesas cortinas, y en realidad también desde el techo y paredes, comenzó a ser iluminado de golpe absolutamente el comedor, que era amplio, y mi madre me asevera que era tan potente y brillante aquella luminosidad, radiante, que no se pudieron ver entre los comensales, que estaban tan cercanos, por varios segundos.
Esto los alarmó sobremanera, ante lo inusual de ese fenómeno. Como a los treinta segundos el ruido y la luz aquella comenzaron a decaer muy paulatinamente hasta cesar definitivamente como quince segundos después, tornando entonces la normalidad. Ninguno de los presentes atinó a salir el patio a ver que había allí ocurrido. Lo comentaron ampliamente y al resto se fueron a acostar a sus respectivos dormitorios. Sin haber encontrado explicación alguna para lo ocurrido. Todos estaban atemorizados.
A la mañana siguiente, mi abuelo que se levantaba siempre temprano como a las 07:30 horas, al abrir la puerta de la casa y al salir al patio, con mucha sorpresa constató que los árboles que habían al costado derecho, de donde se escuchó provenía el ruido de la noche anterior, ESTABAN QUEMADO HASTA EL PASTO, en un círculo como de 30 metros, e incluso dos corderos también estaban muertos, con su lana quemada. Esos daños lo vio toda la familia. Luego se confirmó que el mozo y conductor del tractor se había retirado de su trabajo a las ocho de la noche y se fue a su casa cercana. Aquella noche en el campo no trabajaba nadie más...
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Queda aquí escrito para que se registre y que mentes inquietas busquen una respuesta ....
NOTA: Agradecemos la incansable búsqueda del investigador Raúl Gajardo Leopold, quien recopila casos como el expuesto, los cuales se perderían en el olvido y en el tiempo sin su meritoria y privada acción.