Ovnis sobre una base militar
Imagen: Vista de la aldea de Ferrerías.
La noche del 7 de marzo de 1996 un OVNI aterrizó sobre el terreno de un ganadero en Ferrerías, una pequeña aldea de Lugo. Del aparato descendieron varios seres que dejaron la finca plagada de extrañas huellas. A la vez, desde lugares cercanos varios testigos observaron la presencia en los cielos de no identificados y cuatro objetos luminosos se posicionaron sobre una base de comunicaciones de la OTAN, situada a diez kilómetros de la aldea lucense…
Siete de marzo de 1996. Base militar situada en el monte Campelo (Sobrado, Lugo). A la una de la madrugada varios soldados de guardia divisaron cuatro enormes bolas luminosas que se movían erráticamente alrededor de una antena de comunicaciones de gran envergadura. Enseguida avisaron al teniente de guardia, que se puso en contacto con el mando de la base: un capitán que en ese momento no se encontraba en el acuartelamiento. Según Manuel M., uno de los militares destacados en la base a quien pudimos entrevistar, los Ovnis permanecieron un cuarto de hora sobre la antena, hasta que se unieron en un sólo objeto, que voló hacia la localidad coruñesa de As Pontes de García Rodríguez. Después de una larga investigación, y tras «tocar» diferentes contactos en el estamento militar, averiguamos que este incidente hizo saltar todas las alarmas, pues la base es en realidad un centro de comunicaciones de la OTAN, cuya antena recoge las imágenes procedentes de un satélite espía geoestacionario, situado sobre un punto candente del planeta.
HUELLAS DE OTRO MUNDO
En el mismo momento que varios militares estaban avistando los extraños objetos voladores sobre el monte Campelo, y a tan sólo diez kilómetros de distancia, en la pequeña aldea lucense de Ferrerías, tenía lugar uno de los casos OVNI más impresionantes de la ufología española. José Manuel Castro, un ganadero de 38 años, observó desde la segunda planta de su solitaria vivienda una pequeña esfera anaranjada, rodeada de un parpadeante halo multicolor, que permanecía suspendida en lo alto. Posteriormente averiguamos que no fue el único testigo. Desde una cantina situada a pocos metros de la casa de nuestro protagonista, su propietaria, María Fe Pena, pudo ver el mismo objeto luminoso. José Manuel decidió avisar a su hermano, que vivía a menos de un kilómetro de él, pero éste no le hizo el menor caso. Así que regresó a Ferrerías, desde donde continuó viendo la bola luminosa. Sacó entonces de su bolsillo una pequeña linterna, levantó el brazo apuntando con su luz a la «misteriosa estrella» y comenzó a moverlo de derecha a izquierda, al tiempo que presa de una gran excitación gritaba: «Bajad, bajad, bajad…». En un momento determinado, el OVNI comenzó a moverse al ritmo que el ganadero marcaba con la linterna. Sin embargo, la sorpresa inicial de José Manuel pronto se tornó en pánico, pues repentinamente el objeto volador se dirigió a toda velocidad hacia él, hasta situarse a unos 50 metros de su posición. Corrió hasta su casa sin mirar atrás, pero una vez en el interior no pudo resistir la curiosidad y se asomó a la ventana. Sobre su finca vio un objeto ovoide, luminoso y a la vez transparente. Dentro había cinco seres muy altos y de aspecto humano, los cuales estaban tumbados en una «especie de lavadoras», tal como nos lo describió el testigo. El no identificado emitía un suave zumbido y su interior giraba muy despacio. De repente, surgió del objeto una luz formada por potentes destellos de colores, a modo de rampa, de la que descendieron tres pequeños seres que comenzaron a moverse por el terreno al unísono. José Manuel no quiso saber más, con el miedo en el cuerpo se encerró en una habitación hasta la mañana siguiente. Con las primeras luces del día se acercó al terreno y, con gran sorpresa, comprobó que estaba plagado de unas huellas enormes. Por suerte, pocas horas después los autores nos enteramos del suceso y acudimos al lugar pertrechados con yeso para realizar moldes de las extrañas «marcas». Éstas se hundían en el terreno unos 15 centímetros y tenían dos palmos de largo. En su parte anterior destacaban una especie de dedos que se agarraban al terreno en forma de espiral. Y en la posterior, lo que semejaba la marca de un punzón. En algunos tramos las zancadas eran de casi metro y medio y algunas de las huellas iban a dar a un pequeño riachuelo, al final del terreno. Con los moldes de las pisadas nos dirigimos al Departamento de Zoología de la Universidad de Santiago de Compostela, cuyos especialistas no lograron establecer la más mínima similitud con las pezuñas pertenecientes a cualquier animal conocido.
CAZAS DEL EJÉRCITO TRAS LOS OVNIS
A la misma hora del aterrizaje OVNI en Ferrerías y del avistamiento sobre la base militar del monte Campelo, a unos 50 kilómetros de estos lugares, concretamente en las afueras de la localidad lucense de Sarriá, varias personas estaban observando una serie de luces de diferentes colores que realizaban bruscas maniobras en los cielos. Una de ellas se separó del resto y se alejó hacia unos montes. Julio López Trabado, uno de los testigos, decidió conducir tras la luz acompañado por su esposa e hija. Durante media hora, la familia López siguió al no identificado, que aparecía y desaparecía constantemente. En un momento dado, pararon y Julio enfocó los faros del automóvil hacia el OVNI. «En ese momento ‘aquello’ saltó como una pelota –nos dice el protagonista–; pegó un bote y pasó por encima de un monte para ponerse al otro lado. Increíble, al ver aquello nos asustamos de verdad». La bola de luz todavía hizo un movimiento similar, antes de desaparecer a toda velocidad ante los asustados testigos. Pero los anteriores no fueron los únicos casos. A las 21: 30 horas de ese mismo 7 de marzo de 1996, varios vecinos de Puebla de San Xulián, población cercana a Sarriá, vieron un enorme objeto volador de forma circular provisto de luces multicolores que se desplazaba describiendo semicírculos. Durante nuestras pesquisas localizamos a un nuevo testigo que esa misma noche –o bien la anterior o posterior también protagonizó un avistamiento. Víctor Pernas conducía por una carretera cercana a Villalba (Lugo), ciudad situada a unos 40 kilómetros de Ferrerías, cuando divisó sobre la zona de Mondoñedo «una bola de fuego de gran tamaño que volaba de este a oeste». Poco después, en la misma dirección vio pasar a dos cazas militares. Se dirigió entonces a una zona conocida como Alto de Castromaior para tener una mayor visibilidad. Desde allí contempló cómo los cazas del ejército perseguían a la bola de fuego, que parecía jugar al gato y al ratón con las aeronaves. Pasados unos minutos, el OVNI desapareció a gran velocidad en dirección a la cercana población de As Pontes de García Rodríguez. Hemos visto que tanto en el avistamiento sobre la base militar del monte Campelo como en éste último, los no identificados se dirigieron hacia As Pontes. Y es que dicha localidad se convirtió durante los últimos meses de 1995 y primeros de 1996 en el epicentro de una gran actividad OVNI. En varias ocasiones, tanto los periodistas de la televisión local, como varios videoaficionados, tuvieron la oportunidad de filmar la aparición de objetos voladores. Uno de estos testigos, Bartolomé Vázquez Fraga, grabó la persecución de un OVNI por dos cazas militares sobre la ciudad. Anteriormente ya había sido testigo de una escena similar, esta vez junto a sus compañeros de la Central Eléctrica de As Pontes. «Todavía no eran las diez de la mañana, cuando escuchamos un sonido atronador –nos cuenta–, así que todos levantamos la cabeza. Sobre nosotros volaban a muy baja altura dos aviones de combate del ejército y algo más arriba había un objeto metálico, muy brillante, con forma de sandia. Los aviones enfilaron hacía la ‘sandia’, entonces pegó un acelerón y desapareció». Estos sucesos provocaron que la Guardia Civil de la localidad interrogara al interesado sobre estas experiencias, que plasmaron en varias notas informativas a las que hemos tenido acceso. El 13 de febrero de 1996 -seis días después de los sucesos que venimos relatando en este trabajo- en torno a las 22: 30 horas, José Longarela y María Ceide, desde diferentes puntos de Cotá, nos describieron la presencia de un enorme «círculo de colores» que volaba muy bajo. Debemos tener en cuenta que esta aldea se encuentra a menos de dos kilómetros de Ferrerías y a poco más del monte Campelo. Según el testimonio de estos dos testigos, que entrevistamos por separado: «Todas las luces del aparato se encendían y se apagaban, y al llegar sobre aquel monte –la mujer señala al monte Campelo, donde está situada la base militar– se quedó quieto durante unos minutos y después desapareció como si se apagase».
¿QUÉ BUSCABA LA «LUZ?
Esa misma noche, pero una hora más tarde, un vecino de otra aldea cercana, Acevedo, presenció las evoluciones de un cono de luz multicolor que surgió de una «nube» y realizó un recorrido en círculo alrededor de la pequeña población. Jesús Villanueva nos aseguró: «La luz iluminaba el suelo como si fuese de día. Voló sobre el monte de Carballosa y hasta se podían contar los pinos. Pero cuando pasó sobre Ferrerías se paró por lo menos durante veinte minutos, después se fue hacia Gonce y lo perdí detrás de unos montes». Este testimonio hizo que algunos investigadores especularan con la posibilidad de que la luz estuviese buscando a los tripulantes del OVNI aterrizado en Ferrerías, pues como hemos comentado anteriormente las extrañas huellas en el terreno de José Manuel Castro terminaban en un riachuelo. Ahora bien, de lo que no cabe duda es de que a partir de esa fecha varios aviones de combate del ejército español sobrevolaron la zona de Ferrerías y Cotá a tan baja altura que en ocasiones el estampido hizo que se rompieran los cristales de algunas ventanas. Sería demasiado prolijo reproducir todos los testimonios que recopilamos sobre estos acontecimientos, pero baste exponer que el 14 de febrero los cazas volaron sobre el lugar en tres ocasiones y el día 15 en cuatro. Sin embargo, los acontecimientos que hemos expuesto hasta el momento tan sólo representan la punta del iceberg. Y es que recogimos decenas de casos OVNI en días anteriores y posteriores al 7 de marzo de 1996 en la zona de Ferrerías y alrededores. Para muestra, un botón: El 6 de marzo de 1996, desde Hombreiro, aldea pegada a Ferrerías, a las 22: 30 horas un conductor advirtió anomalías en el funcionamiento de su vehículo. Cuando descendió del mismo, contempló un disco luminoso que se desplazaba muy lentamente. Ese mismo día, en Ferrerías, a las 23 horas una vecina divisó una gran esfera de color amarillento que se encontraba suspendida sobre un pinar. Veinte minutos después, el objeto se volvió de un color rojizo y comenzó a desplazarse lentamente. Desde luego, si ampliamos el área en unos 30 ó 40 kilómetros a la redonda de Ferrerías, los casos se multiplican por cinco, lo que nos indica que el «incidente» de la base militar del Campelo y el aterrizaje en la aldea lucense se encuadran dentro de una oleada de avistamientos en un espacio geográfico muy reducido.
RECUADRO: ALERTA SOBRE EL POLVORÍN
Algunos meses antes del avistamiento sobre la base del ejército situada en el monte Campelo, tuvo lugar un hecho similar, en esta ocasión sobre el polvorín militar de As Gándaras, en plena ciudad de Lugo. El 27 de noviembre de 1995 a las 22:45 las cámaras infrarrojas de vigilancia interna del cuartel captaban la imagen de un extraño objeto romboidal, estático en el firmamento. A intervalos de 30 ó 45 minutos otra serie de objetos de menor tamaño se introducían en el OVNI romboidal. José Vázquez y Pedro Agrelo, dos fotógrafos del diario lucense El Progreso, lograban fotografiar, directamente de las pantallas de vigilancia del polvorín, las evoluciones del OVNI. Tal como nos comentaba Pedro Agrelo, los militares llegaron a protagonizar tal situación de nerviosismo, que incluso tomaron posiciones de defensa ante la posibilidad de recibir algún tipo de ataque. Aquella noche numerosos vecinos escucharon el inconfundible y atronador sonido de varios cazas militares sobrevolando la zona. Según nuestras informaciones, el no identificado permaneció prácticamente toda la madrugada sobre la vertical de As Gándaras. El teniente Vila, máximo responsable del cuartel militar y con el que hemos podido conversar, todavía no encuentra explicaciones racionales a lo ocurrido.
Por Marcelino Requejo y Miguel Pedrero