Ocurrirá la noche del martes. Después de un viaje de dos
años y casi otros dos de observaciones en órbita, OSIRIS-REx, una nave de la
NASA del tamaño de un minibus, descenderá al asteroide Bennu, situado
actualmente a más de 300 millones de kilómetros, y le arrancará una muestra
para traerla posteriormente a la Tierra. Este material tiene un gran interés
científico, ya que Bennu, del tamaño del Empire State Building de Nueva York,
es una reliquia del sistema solar y puede contener los precursores moleculares
de la vida en nuestro planeta. Pero conseguirlo no será sencillo: la nave no
solo debe acercarse a un objeto que viaja a más de 100.000 km por hora, repleto
de rocas que podrían hacerla trizas al más mínimo error, sino que deberá
realizar una arriesgada maniobra en la que tocará su objetivo durante unos
vertiginosos diez segundos.
OSIRIS-REx fue lanzada en septiembre de 2016 desde Cabo
Cañaveral (Florida) y llegó a la órbita de Bennu el 3 de diciembre de 2018.
Desde entonces, ha pasado su tiempo volando alrededor del asteroide,
fotografiándolo, midiéndolo, escudriñándolo. De esta forma, la misión ha
producido mapas con un detalle sin precedentes, mejores que los de cualquier
cuerpo planetario visitado por una nave espacial. Gracias a ese trabajo, en el
que ha participado el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), los
investigadores eligieron el sitio donde la sonda tomará la muestra, en el
interior de un cráter de 140 metros de diámetro llamado Nightingale, producto
del impacto de un meteorito.
«Bennu es como un gigantesco pedregal -explica Javier
Licandro, coordinador de investigación en el IAC-, pero en Nightingale hay
menos piedras de gran tamaño que puedan causar daños en el brazo colector y
gran abundancia de polvo, lo que significa que es más seguro y nos garantiza
recolectar el material». Pero la región con las características que interesan a
los investigadores es muy pequeña, solo tiene 16 metros de diámetro. «La misión
estaba planificada para hacer la recogida en una región diez veces mayor, por
lo que la maniobra ha tenido que ajustarse con mucha precisión», subraya el
científico.
La nave espacial OSIRIS-REx se basará en este mapa para
evitar peligros y aterrizar en un área donde haya abundante material de
muestreo adecuado. Las áreas verdes son seguras para el descenso, mientras que
las rojas son peligrosas. Las áreas más prometedoras para la recolección de
muestras están marcadas en violeta
La nave espacial OSIRIS-REx se basará en este mapa para
evitar peligros y aterrizar en un área donde haya abundante material de
muestreo adecuado. Las áreas verdes son seguras para el descenso, mientras que
las rojas son peligrosas. Las áreas más prometedoras para la recolección de
muestras están marcadas en violeta - NASA / Goddard / Universidad de Arizona
Mapa de peligro
Poco antes de las 20.00 (hora peninsular española) del
martes los propulsores de la nave espacial se dispararán y la empujarán
suavemente fuera de su órbita alrededor de Bennu para conducirla después hacia
la superficie rugosa. Según explican desde la Universidad de Arizona,
responsable de la misión, durante el descenso hacia su objetivo, la nave tendrá
presente lo que el equipo llama un «mapa de peligro», una representación
detallada de la superficie del asteroide para identificar riesgos potenciales
como rocas grandes o terreno irregular.
Los científicos ya saben que Bennu no es precisamente «una
playa de arena», sino que su superficie, como han demostrado las imágenes
enviadas previamente por la nave espacial, está repleta de rocas tan grandes
como una casa. Así que si durante el descenso OSIRIS-REx se percata de que se
dirige a un lugar inseguro, retrocederá. Un escenario muy poco probable, pero
que debe tenerse en cuenta.
Si todo va bien, la nave extenderá su sistema de adquisición
de muestras llamado «Touch-and-Go» (algo así como toco y me voy), que está
suspendido en la punta de un brazo de 3,35 metros de largo y es capaz de
ingerir granos de casi 20 milímetros. En una vertiginosa maniobra que apenas
durará unos diez segundos, el cabezal del brazo entrará en contacto con la
superficie de Bennu. Entonces, la nave disparará una de las tres botellas de
gas nitrógeno a bordo y, al igual que una aspiradora inversa, agitará el
material de la superficie, llamado regolito, dentro del cabezal justo antes de
retroceder. Por si esto no funciona, el cabezal también lleva unos pequeños discos
similares a amohadillas preparados para recoger el polvo.
El origen del agua
Los investigadores podrán comprobar si ha habido éxito a
través de las imágenes de la cámara SamCam en la nave. Además, tratarán de
estimar la cantidad de gramos recogidos por el cabezal. Si no detectan la
presencia de al menos 60 gramos, evaluarán la posibilidad de un segundo
intento. Significaría empezar de nuevo, incluso quizás cambiar el lugar de
recogida por otro llamado Osprey.
Pero si la muestra, que incluso podría llegar a los dos
kilos, es suficiente, se colocará dentro de una cápsula de retorno para su
regreso a la Tierra. El valioso material, que está previsto que caiga en algún
lugar del desierto de Utah (EE.UU.) en 2023, mantendrá ocupadas a generaciones
de investigadores en los laboratorios de la Tierra.
Antes que OSIRIS-REx, las misiones japonesas Hayabusa (que
trajo restos a la Tierra en junio de 2010) y Hayabusa 2 (que presumiblemente
los arrancó en julio de 2019 y ahora viene de regreso) ya obtuvieron muestras
de otros asteroides. Pero esta será la primera vez para la NASA. Además, Bennu
es un asteroide primitivo, rico en carbono, que apenas ha sido alterado desde
que se formó hace unos 4.500 millones de años, al mismo tiempo que la Tierra y
otros planetas de nuestro sistema, por lo que puede decirnos mucho sobre
nuestros orígenes. Y los de nuestros océanos. «La Tierra se formó en una región
'seca', y muy probablemente apenas tenía agua en sus orígenes. El agua y los
orgánicos que han permitido el desarrollo de la vida muy probablemente tenga un
origen extraterrestre. Provienen de los impactos de cometas y asteroides una
vez que el planeta se formó y enfrió, por lo que estudiar a los asteroides
primitivos es muy importante para comprender como se originó la vida en nuestro
planeta», explica Licandro.
Hay otros intereses para seguir la pista de Bennu, bautizado
convenientemente con el nombre de un ave de la mitología egipcia asociada con
la muerte (en cambio, OSIRIS-REx hace referencia al dios de la resurrección).
La NASA lo considera potencialmente peligroso para la Tierra. Tiene una
probabilidad de 1 entre 2.700 de impactar contra nuestro planeta durante uno de
sus acercamientos a finales del próximo siglo. «Si algún día en el futuro lejano,
Bennu acabara chocando los efectos que tendría sobre la biosfera serían
catastróficos a nivel global. Pero, aunque podemos asegurar que no va a ocurrir
en muchísimo tiempo, no es descartable que otros asteroides cercanos más
pequeños lo hagan en tiempos no muy lejanos», indica Licardo. «Por eso,
estudiar la estructura de un asteroide como Bennu es muy importante para poder
establecer una estrategia que permita desviar un objeto así que determinemos
que nos va a chocar», añade.
No solo eso. Como dice el investigador, la composición de Bennu también puede proporcionar algunas claves para el desarrollo de la aventura espacial humana. «Los asteroides ricos en agua pueden terminar siendo las gasolineras del espacio. El agua es imprescindible para mantener a nuestros viajeros con vida y llevarla de la Tierra es carísimo. Pero además, de ella se puede obtener oxígeno e hidrógeno para utilizarlo como combustible de nuestras naves».
Los trozos de asteroides primitivos que hemos recogido en la
Tierra, las condritas carbonáceas, son muy débiles, y apenas sobreviven al
entrar en la atmósfera. «El poder traer muestras de estos objetos tal como
están en el espacio, sin contaminación, puede depararnos muchas sorpresas»,
asegura Licandro.
[La NASA retransmitirá en directo la peligrosa maniobra
«Touch and Go» de OSIRIS-REx a partir de las 23.00 horas del martes 20 de
octubre en este enlace]. ABC

