Astrónomos creen que pueden ser el primer lugar donde
encontremos vida inteligente fuera de la Tierra
Observe bien la imagen que acompaña a este texto. Es uno
de los 150 cúmulos globulares que hasta ahora se han descubierto en la Vía
Láctea. Suelen estar en la periferia de nuestra galaxia y son auténticos
"paquetes" en los que las estrellas están muy cerca unas de otras.
Tanto, que si viviéramos en uno de ellos, nuestro cielo nocturno sería una
inmensa mancha de luz blanca y continua, ya que los brillos de las estrellas se
superpondrían unos a otros.
Los cúmulos globulares, desde luego, son lugares
extraordinarios. Y por más de una razón. De hecho, además de reunir cerca de un
millón de estrellas en una región de apenas cien años luz de diámetro, son
extraordinariamente viejos, por lo menos tanto como la galaxia a la que
pertenecen. Y lo que es más, según una reciente investigación, podrían ser los
lugares más idóneos para buscar señales de una civilización inteligente.
"Un cúmulo globular podría ser el primer lugar en el
que encontremos vida inteligente dentro de nuestra galaxia", afirma
Rosanne DiStefano, del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian, que acaba de
presentar sus conclusiones en el encuentro anual de la Sociedad Astronómica
Americana.
Nuestra galaxia, la Vía Láctea, alberga unos 150 cúmulos
globulares, la mayor parte de ellos muy alejados del centro, en su zona
periférica. Como media, todos ellos se formaron hace unos 10.000 millones de
años, por lo que sus estrellas pertenecen a las primeras generaciones y no
contienen, por lo tanto, mucha cantidad de los materiales pesados, como el
hierro o el silicio, necesarios para formar planetas. Dichos materiales, en
efecto, se crean en las explosiones como supernovas de estrellas de primeras
generaciones y se incorporan después a las estrellas de nueva formación, como
nuestro Sol. Por eso, muchos investigadores creen que es muy poco probable
encontrar planetas en un cúmulo globular. De hecho, entre los 4.000 exoplanetas
identificados hasta ahora, solo uno ha sido encontrado en alguna de estas
densas agrupaciones de estrellas.
Pero DiStefano y su colega Alak Ray, del Instituto TATA
de Investigación de Bombay, en la India, creen que esta visión es demasiado
pesimista. Y piensan así porque se han encontrado ya planetas alrededor de
estrellas que tienen hasta diez veces menos cantidad de metales que nuestro
Sol. Y si bien es cierto que los grandes planetas gaseosos, como Júpiter,
suelen nacer preferentemente alrededor de estrellas que contienen grandes cantidades
de elementos pesados, eso no es así para los mundos más pequeños y rocosos,
como la Tierra. En palabras de Ray, "es muy prematuro decir que no hay
planetas en los cúmulos globulares".
Otro argumennto en contra sostiene que, en un ambiente
tan densamente poblado, con las estrellas pasando continuamente unas cerca de
otras, resultaría muy difícil que un planeta se formara sin que alguna vecina
desestabilizara en algún momento el proceso con su fuerza gravitatoria
lanzando, por ejemplo, hacia el espacio vacío a los mundos en plena formación.
Sin embargo, las zonas de habitabilidad de las estrellas
(la distancia a la que un planeta obtiene el calor suficiente como para tener
agua en estado líquido) son muy variables y dependen de las características de
cada estrella. En las más brillantes y calientes la zona habitable se encuentra
más lejos, pero en las más pequeñas y frías esa distancia se reduce
drásticamente. Y resulta que la mayor parte de las estrellas de los cúmulos
globulares son pequeñas y débiles enanas rojas, astros enormemente antiguos y
con brillos mucho más tenues que los del Sol. Por eso, cualquier planeta
potencialmente habitable que hubiera a su alrededor debería orbitar muy cerca
de esas estrellas y quedar así a salvo de la amenaza de otras estrellas
demasiado próximas.
"Una vez que estos planetas se han formado -afirma
DiStefano- pueden sobrevivir durante largos periodos de tiempo, incluso tanto
como la edad actual del Universo".
Por lo tanto, si es posible que en los cúmulos globulares
se formen planetas que pueden durar muchos miles de millones de años, ¿cuales
serían las consecuencias para una hipotética forma de vida que surgiera en
alguno de ellos? Esa vida, según los investigadores, dispondría del tiempo
suficiente para ir evolucionando hacia formas cada vez más complejas, incluso
hasta el punto de desarrollar una inteligencia.
Mensaje de estrella a estrella
A partir de ahí, todo serían ventajas. Una civilización que llegara a desarrollarse en alguno de estos mundos viviría, desde luego, en un ambiente muy diferente al nuestro. Por ejemplo: la estrella más próxima a nuestro Sol se encuentra a 4 años luz de distancia de nosotros, es decir, a unos 37 billones de km. de distancia. En contraste, la estrella más cercana a un mundo hipotéticamente habitado en un cúmulo globular estaría unas veinte veces más cerca, a menos de dos billones de km., lo que haría que tanto la comunicación como la exploración interestelar resultara mucho más sencilla.
"Lo llamamos ´la oportunidad de los cúmulos
globulares´-asegura DiStefano-. Enviar un mensaje de estrella a estrella no
llevaría mucho más tiempo que el que necesitaba una carta para llegar de
Estados Unidos a Europa en el siglo XVIII. Y también los viajes interestelares
llevarían mucho menos tiempo. Las sondas Voyager se encuentran ya a más de
20.000 millones de km. de la Tierra, un porcentaje significativo de la
distancia a la estrella más próxima si viviéramos en un cúmulo globular".
Sin embargo, el cúmulo globular más próximo a la Tierra
se encuentra a varios miles de años luz de distancia, lo que hace muy difícil
localizar planetas, especialmente en sus zonas centrales, más densamente
pobladas de estrellas. Pero sí que sería posible, con nuestras técnicas
actuales, detectar planetas en las zonas más exteriores de los cúmulos
globulares. Requiere más esfuerzo que el de buscar nuevos mundos en nuestro
entorno más cercano (la mayor parte de los que se han descubierto están en un
área de unos 50 años luz de la Tierra), pero la recompensa a ese esfuerzo
podría ser enorme. No en vano, ya en 1974, el astrónomo Frank Drake, del
programa SETI, que envió el primer mensaje por radio de la raza humana al
espacio exterior lo dirigió, precisamente, hacia el cúmulo globular Messier 13. ABC