HACE MUCHO TIEMPO
QUE NO SUCEDÍA, Y AHORA
PASARÁ
EN CUATRO OCASIONES SEGUIDAS.
Pero, contra lo que dicen algunos agoreros, hay
que aclarar que no tiene nada que ver con el Apocalipsis y otras
profecías bíblicas.
En la madrugada del 15 de abril de 2014 se apreció un eclipse
lunar, visible de forma total desde Oceanía, el océano Pacífico y América. Lo peculiar de este eclipse es el
color rojizo
¿A qué es debido
este color? A que la atmósfera terrestre hace que, en lugar de dejar de ver
totalmente la Luna, la percibamos sin el color azul de los rayos solares que
refleja. Algo parecido a lo que sucede en el crepúsculo.
Miquel Serra-Ricart, del Instituto de Astrofísica de Canarias, destaca que “realmente es un fenómeno astronómico insólito”, ya que “el último de estas características sucedió hace una década y el próximo no ocurrirá hasta el 2032”.
Así es: ya pasó algo semejante entre 2003 y 2004 y no vino ningún fin del mundo. Es más, no se recuerda ninguna preocupación apocalíptica por aquel tiempo.
PROFETAS
DE CALAMIDADES… O DE POSITIVIDADES
La luna
roja, un fenómeno que en antiguas civilizaciones dio lugar a miedos a los
dioses por el recuerdo de la sangre, ha servido para todo tipo de
especulaciones en esta ocasión. Si algunos quedaron defraudados por el fallo
estrepitoso de sus profecías para diciembre de 2012, aprovechan la ocasión
ahora para infundir miedo en la población. Algunos lo han hecho refiriéndose a
la Biblia y a sus alusiones a que “la luna se teñirá de sangre” (lo que
comentaremos más adelante). Y, por eso, dicen, ahora “todos los signos se
cumplen… las profecías de Dios han sido dadas y se cumplirán”.
En
concreto, ha cobrado mucha popularidad un pastor evangélico radical
estadounidense, John Hagee, que en su libro "Four blood moons: something is about to change" afirma que esta
tétrada de eclipses supone el cumplimiento de la profecía apocalíptica.
Además,
escudriña las fechas para subrayar que el primer y tercer eclipse de la serie
coinciden con la fiesta judía de la Pascua, mientras que el segundo y el cuarto
sucederán mientras los judíos celebren la fiesta de los Tabernáculos.
Esto,
unido a que en ocasiones anteriores de eclipse lunar la coincidencia se dio con
acontecimientos importantes para el pueblo hebreo, hace que Hagee prediga “un
gran evento que va a cambiar la historia”.
Hay
algunos que han vinculado esto con el fenómeno OVNI, afirmando que “estos seres
[los extraterrestres] están pendientes de nosotros, dispuestos a ayudarnos si
nos dejáramos”. Un cambio de ciclo con intervención alienígena que supondrá la
revelación de muchos misterios que “pondrán en duda muchas creencias
dogmáticas, incrementándose una guerra secreta de poderes eclesiásticos”.
Por el
contrario, algunos han aprovechado la ocasión para interpretar el fenómeno de
la luna roja en clave espiritual y simbólica positiva: el eclipse significaría
“el verdadero cambio de conciencia esperado, no el fin del mundo”. He podido
leer cómo algunos personajes del mundillo esotérico lo interpretan en clave de
evolución mundial, de cambio de época hacia una humanidad mejor. Una astróloga
argentina, por ejemplo, ofrece múltiples explicaciones desde los signos del
Zodiaco y concluye que, según su saber, con el eclipse “se agudizan los
procesos transformadores que literalmente nos están haciendo despegar hacia una
forma de conciencia mayor, más madura y solidaria. La palabra clave es
renovación”.
LA BIBLIA Y LA LUNA DE SANGRE
Ante todo
esto, muchos se preguntan: ¿y qué dice realmente la Biblia de todo esto? Hay
tres lugares en los que se alude a nuestro satélite natural asociándolo al
color rojo.
El
primero de ellos es en el profeta Joel, cuando relata la conmoción cósmica que
sucederá en el día del Señor: “el sol se cambiará en tinieblas y la luna en
sangre, ante la venida del Día de Yahvé, grande y terrible” (Jl 3,4).
Segunda
aparición: nada menos que una cita textual del texto de Joel, hecha por Pedro
en el discurso del día de Pentecostés (Hch 2,20).
Y
tercera, la que más le gusta a sensacionalistas y cantamañanas: en el libro del
Apocalipsis, cuando al abrirse el sexto sello “el sol se puso negro como un
paño de crin, y la luna toda como sangre” (Ap 6,12).
Más allá
de esto, los que defienden el carácter de cumplimiento profético de este
eclipse citan al mismo Jesús, cuando habla de señales en el sol, la luna y las
estrellas, o afirma que en el momento del fin la luna dejará de dar su
resplandor (Mt 24,29; Mc 13,24; Lc 21,25).
Cuestión
importante; cómo hay que entender las palabras proféticas de la Biblia en
general, y el libro del Apocalipsis en particular. Se trata de un género
literario peculiar, el apocalíptico, que no puede leerse de forma literal. Un
género plagado de simbolismo y metáforas, en el que los números, las formas,
los colores, los animales… tienen cada uno su significado teológico. Se trata
de un discurso religioso, de unas palabras que expresan algo desde la fe, y no
de un meticuloso programa de futuros acontecimientos históricos, políticos o
astronómicos.
Y yendo ya al libro del Apocalipsis, fechado por
los exegetas a finales del siglo I en su redacción final, y escrito que
concluye la Biblia, hay que reconocer su carácter de libro sagrado que pretende
infundir esperanza a los cristianos perseguidos.
En un
momento crítico para la primera Iglesia, cuando se ve acosada por los poderes
de su tiempo, constata la propia mediocridad comunitaria y descubre que se
retrasa la segunda venida de Jesús, el escrito sagrado llama a confiar en la
victoria de Cristo resucitado sobre las fuerzas del mal. La última palabra la
tendrá Dios, porque el principal acontecimiento de la historia ya ha sucedido:
el triunfo del Cordero degollado, que es el mismo Jesús, sobre el misterio del
mal, sobre el pecado y la muerte.
Ni Jesús
es el hijo de una oveja, aunque se le llame Cordero, ni se van a ir al cielo
sólo 144.000 elegidos. Como se ha dicho antes, los números, hechos
astronómicos, animales, colores… hay que interpretarlos simbólicamente.
¿HAY MOTIVOS PARA PREOCUPARSE?
No hay
motivos para preocuparse, desde luego que no. A los que hagan caso al pastor
John Hagee, el máximo protagonista del pánico por el eclipse lunar colorado,
habrá que recordarles que en 2012 se planteó si “podría ser el fin del mundo
tal como lo conocemos” en una serie de sermones.
Fijándonos
en la Biblia, lo que más preocupa a muchos –y más nos interesa a los
creyentes–, también es bueno que se aclaren algunas cosas con respecto a los
textos bíblicos que hablan de la Luna teñida de sangre y que han sido citados
antes.
En
primer lugar: cuando el profeta Joel habla de esa conmoción cósmica, dice en el
versículo siguiente (versículo que, curiosamente, no citan los apocalípticos
postmodernos): “y sucederá que todo el que invoque el nombre del Señor se
salvará” (Jl 3,5). El mensaje profético es, pues, de salvación.
Segundo
momento: cuando Pedro cita las palabras de Joel el día de Pentecostés ante la
multitud reunida en Jerusalén lo hace señalando que ya se han cumplido esas
palabras, porque ha sido derramado el Espíritu Santo sobre los hijos de Israel.
No habla del Sol ni de la Luna, ni le importan. Sin tener estudios exegéticos
ni teológicos sabe perfectamente que se ha cumplido la profecía de Joel.
En
cuanto al tercer texto, el del libro del Apocalipsis, no habla sólo de una Luna
“como sangre”, sino también de un violento terremoto, de un sol negro y de
estrellas que caen del cielo. Por lo que yo sé, nadie de la NASA ha hablado de
esto. Mucha coincidencia sería.
Fuente:
P. Luis
Santamaría / Aleteia
Religión
en libertad.com

