LOS OVNIS EN LA ANTIGUA ROMA
Los míticos fundadores de la
ciudad de Roma, Rómulo, y nos ha sido transmitida por Julio Obsequens, un
oscuro cronista del siglo IV de nuestra Era de en su obra ¨Prodigiorum Libellus¨
(¨El libro de los prodigios): ¨Un día que Rómulo, padre y fundador de Roma,
arengaba a sus tropas en los alrededores del pantano de Caprea, estalló de
pronto una ruidosa tempestad, durante la cual se encontró rodeado de una nube
tan espesa, que todos los que estaban presentes lo perdieron de vista, y desde
ese momento nadie volvió a verlo sobre la tierra. Rómulo fue entonces promovido
al rango de los dioses con el nombre de Quirinos¨. Recordar el caso del
regimiento inglés...
El griego Plutarco también menciona
estos acontecimientos en sus famosas ¨Vidas paralelas¨, dando particular
importancia a la tempestad: Imprevistamente se verificaron en el cielo
perturbaciones extrañas, indescriptibles, y alteraciones difíciles de creer; el
Sol perdió su esplendor, y cayó sobre la Tierra una noche surcada por truenos
espantosos y ráfagas de vientos cargadas de tempestad, provenientes de todas
direcciones¨ (Plutarco, ¨Vida de Rómulo¨). Resulta particularmente curioso
descubrir en esta ¨leyenda¨ no solamente varios puntos en común con las
manifestaciones contemporáneas de OVNIS, sino que la misma se asemeja
notablemente a las revelaciones de la Divinidad (el ruido de ¨trueno¨ y la
¨nube¨) en diferentes pasajes de la Biblia, particularmente del Éxodo y del
Libro de Ezequiel. Al lector familiarizado con este tipo de referencias le será
fácil identificar otras semejanzas a medida que avancemos en nuestro estudio.
Digamos igualmente que el hecho en sí, o sea el rapto de Rómulo, tiene su doble
exacto en Elías, relatado con lujo de detalles en la Biblia, en el segundo
libro de los Reyes. Pero... ¨Las versiones oficiales de este acontecimiento
-comenta Patrice Gaston en su obra ¨Desapariciones misteriosas¨, respecto al
secuestro de Rómulo- olvidaron el prodigio y asimilaron la desaparición a una
leyenda cuyos defensores no podían ser tomados en serio¨.
He aquí otro curioso ¨mito¨
para nuestro archivo. Dícese que, durante el reinado de Numa Pompilio, segundo
rey de Roma que gobernó entre los años 715 y 671 a. de C... cayó del cielo un
extraño escudo de bronce, que los romanos tomaron por un regalo de los dioses.
El obsequio cósmico interesó a tal punto al rey que, por ¨inspiración de las
Musas¨, y seguramente también por temor a que alguien quisiera apoderarse de
eso, ordenó forjar once copias del escudo, llamado ¨ancila¨, y además instituyó
un Colegio de 12 sacerdotes, los Salios, para custodiarlos. Declaró sagrado el
sitio donde había caído el objeto, y para conmemorar la fecha, los Salios
recorrían todos los años las calles de Roma llevando en procesión los sagrados
escudos y cantando himnos alusivos- los ¨Carrnina Saliaria¨- y bailando. ¨Estos
escudos son llamados 'ancila' por su forma -nos explica una vez más Plutarco en
¨Vidas paralelas¨-, que no es redonda ni tampoco exactamente ovalada, como en
los escudos corrientes; presenta en cambio un corte de forma sinuosa, cuyos
lados se pliegan hacia atrás y después de un amplio giro se reúnen en las
extremidades, formando la figura curva que llaman 'anculos' (Plutarco; Vida de
Numa).
¡Todo un aparato religioso
montado alrededor de un ¨simple escudo¨! Dice Plutarco que, cuando Numa llevó a
los herreros el misterioso escudo para que hicieran las copias, todos se
negaron, excepto uno, un tal Veturio Mamurio. ¨Este auténtico maestro de su
arte -escribe Plutarco- obtuvo tal precisión y los construyó todos tan iguales,
que ni siquiera Numa podía distinguir el original¨.
Estas excentricidades del rey
romano podrían ser tomadas exclusivamente como tales, si no fuera porque él
mismo constituye un enigma histórico. No se conoce exactamente su origen,
aunque se lo supone de estirpe sabina. Era poseedor de un conocimiento
científico extraordinario para su época: casi podríamos compararlo con el sabio
rey Salomón. Se dice que disponía de armas y dispositivos sumamente extraños y
se le atribuyen ¨poderes sobrenaturales¨. Fue un reformador político y
religioso. Restauró el culto al misterioso dios Jano, edificando un templo en
su honor, y modificó el calendario. Su reinado fue uno de los más pacíficos de
la historia de Roma, paz que los romanos nunca más habrían de tener a partir de
su nefasto sucesor. Tulio Hostllio.
Acotemos, por otra parte, que
los antiguos romanos estaban convencidos de que entre ellos se encontraban unos
extraños hombres, más altos de lo normal y de apariencia soberbia, que serían
emisarios de los dioses. Tito Livio, en su Historia de Roma, menciona esta
extraña aparición: Año 325 a. de C.-: ¨En la tranquilidad de la noche, ambos
Cónsules dijeron haber sido visitados por la misma aparición; un hombre de
estatura muy superior a la normal y mucho más majestuosa, el cual declaró que
el comandante por una parte y el ejército por otra debían ser sacrificados a
los Manes y a la Madre Tierra¨ (Livio; Historia de Roma, libro VIII, cap. XI).
También Flavio Josefo, un historiador judeo-romano del siglo 1 de nuestra era,
nos proporciona un informe similar en su obra La guerra hebrea: ¨El 21 de Mayo,
un fantasma demoníaco de increíble magnitud... Antes del crepúsculo aparecieron
en el aire de todo el país carruajes y hombres armados que se desplazaron entre
las nubes y circundaron la ciudad¨ (Josefo: La guerra hebrea; libro CXI).
Si tomamos en conjunto todos
estos ¨mitos¨ y los consideramos como hechos auténticos -y todo nos hace
suponer que así es-, aunque sea sólo por un instante, surgen una serie de
interrogantes difíciles de responder: ¿qué era en realidad el ¨escudo¨ llegado
del cielo? ¿Por qué el rey romano lo protegía con tanto celo? ¿Sería una
¨máquina¨ de alguna clase? ¿Puede acaso tener relación con las actividades de
Numa y su sapiencia? ¿Por qué los herreros se negaron a hacer las copias, salvo
uno?... Evidentemente no se trata de una leyenda, puesto que su nombre llegó
hasta nosotros gracias a Plutarco.
Marco Tulio Cicerón (106 a. de
C. - 43 a. de C.), fundamental escritor y pensador de la antigüedad, nos
sorprende con el relato de 9 casos misteriosos, asociados con inexplicables
prodigios del cielo, en dos obras poco conocidas por el público: De la
adivinación y De la naturaleza de los dioses. Estas consideraciones de Cicerón,
relativas a los extraños fenómenos que se observaban en el cielo y a los que
habrían de referirse con posterioridad otros cronistas latinos, son por demás
concluyentes: ¨Muchas son las veces que nuestro senado pidió a los Decemviros
consultar a los Oráculos.., cuando se vieron dos soles, o cuando aparecieron
tres lunas y unas llamas de fuego fueron observadas en el cielo; o en aquella
otra ocasión, cuando el sol salió de noche, al tiempo que se oyeron ruidos en
el cielo, cuando la nube misma pareció estallar y se observaron extraños globos
en el cielo¨ (Cicerón; De la adivinación, libro 1, cap. XLIII).
Tito Livio (59 a. de C. - 17
a. de e.), en su famosa Historia de Roma menciona una serie de acontecimientos
que tuvieron lugar en Italia alrededor del año 200 a. de C. Juzgado por algunos
estudiosos de cultura latina como ¨poco veraz¨. Se lo critica sobre todo por
haberse valido con poco criterio de los trabajos de analistas precedentes
refiriendo a veces datos inexactos que incluso caerían, según estos jueces, en
la superstición. Sin embargo, Livio fue un hombre que amó a la Verdad por sobre
todo y que además, demuestra a lo largo de su obra -al menos en lo que queda de
ella- sus dotes de narrador escrupuloso, que en poco lo diferencian de los
investigadores o periodistas especializados de hoy en día. Livio detalla en su
Historia nada menos que 30 fenómenos insólitos, cuya naturaleza fue y es
desconocida. A título de muestra, transcribimos aquí algunos de ellos:
Año 218 a. de e. - ¨En la
provincia de Amiterna, se vieron en numerosos lugares unos seres parecidos a
hombres vestidos de blanco, de muy lejana procedencia.
- La esfera del Sol se hizo
más pequeña. En Preneste, centelleaban luces en el cielo.
- En arpía, se vio un escudo
en el cielo. Naves fantasmales aparecieron en el cielo.
214 a. de e. - ¨En Hadria, fue
visto un altar en el cielo, y cerca de él la figura de un hombre vestido de
blanco¨ (Livio; Historia de Roma, libros XXI - XXII).
Plinio el Viejo (23 d. de C.
-79 d. de C.) fue tal vez uno de los más grandes científicos de la antigüedad.
Escribió numerosas obras, de las cuales solamente llegó hasta nosotros la
Historia natural, en 37 libros; una verdadera enciclopedia científíca para cuya
redacción consultó centenares de escritos griegos y latinos. Dicha Historia
natural trata temas tan dispares como zoología, botánica, medicina, astronomía,
etc., si bien, lamentablemente, cae en el error de acoger también noticias
demasiado fantásticas, que nada tienen que ver con la ciencia. A pesar de ello,
nadie podrá decir en este caso que Plinio se limitó a escribir sin realizar
estudios personalmente, puesto que justamente murió durante la trágica erupción
del Vesubio en el año 79 de nuestra era, cuando intentaba estudiar el fenómeno
de cerca. Un poco más moderado que Livio, se contenta con referir sólo 26 casos
de fenómenos desconocidos. Tengamos en cuenta, antes de remitimos a ellos, que
aunque la mayor parte de los mismos puedan ser explicados por causas naturales,
permanece un porcentaje para la especulación que, por pequeño que sea, merece
ser investigado:
Año 222 a. de C. - ¨Tres lunas
aparecieron también al mismo tiempo, por ejemplo, bajo el consulado de Gneo
Domitio y Gayo Fauno¨ (Plinio; Historia..., libro II, cap. XXXII).
85 a. de C. - ¨Bajo el
consulado de Lucio Valerio y cayo Mario, un escudo en llamas rodeado de chispas
atravesó el cielo¨ (Idem, libro II, cap. XXXIV).
66 a. de e. -Bajo el consulado
de Octavio y Cayo Suetonio, fue vista una chispa que caía de una estrella y se
agrandaba a medida que se acercaba a tierra. Después de volverse grande como la
luna, difundió una especie de luz neblinosa; luego regresó hacia las estrellas
bajo forma de antorcha. Es el único relato que se tiene de un suceso semejante.
El procónsul Sileno y su séquito estaban entre quienes lo vieron¨ (Idem, libro
III, cap.mv)
Por motivos que no es difícil
descubrir, sobre todo después de leer este último caso, la Historia natural de
Plinio es una obra prácticamente imposible de obtener, y casi podría incluirse
en la lista de libros y documentos ¨condenados¨ citados por Jacques Bergier.
Plinio menciona también ciertos fenómenos que hoy llamaríamos ¨forteanos¨, como
por ejemplo una ¨lluvia de carne¨ durante el consulado de P. Volumno, o una
¨lluvia de lana¨ en Conza, muy similar a los famosos ¨hilos de la Virgen¨, tan
característicos de las observaciones de OVNIS en Italia... en 1954!
El testimonio de Plinio llega
al máximo ¨refinamiento¨ científico al clasificar los diferentes tipos de
objetos según su forma o características, exactamente lo mismo que hicimos
nosotros 1800 años después:
¨Dolium¨, palabra latina que
designa un recipiente de arcilla de gran tamaño, con un reborde circular en la
base, en el que se dejaba fermentar el mosto antes de trasladarlo a las
ánforas. Plinio utiliza esta palabra para describir ciertos objetos ígneos por
cuya parte inferior despedían una luz humosa. Dicha descripción evoca en
nuestra memoria los famosos ¨foo-fighters¨, observados durante la década del
‘40 en diferentes lugares.
¨Clipeus¨: escudo redondo,
metálico, de los soldados romanos. Plinio agrega a esta denominación el
adjetivo ¨ardentes¨ -ardientes- para indicar que se trata de ¨escudos de fuego¨
o ¨escudos en llamas¨, como ya hemos visto. La mayor parte de las observaciones
corresponde a esta clase de objetos y en varias ocasiones aparecían en grupos
de tres o cuatro.
¨Chasma¨ es ¨apertura de la
tierra¨, pero también puede aplicarse a cierto tipo de fenómeno celeste o
meteoro, que asemeja una abertura en las nubes o en el cielo.
¨Trabs¨: literalmente, en
latín, ¨viga¨, pero también ¨árbol sumamente alto¨ y finalmente ¨fenómeno
celeste¨, según el Diccionario Latín-Italiano de Calonghi (Milán, Italia).
Plinio define con esta palabra ciertos objetos particularmente grandes,
alargados y sumamente luminosos, en los que se reconocen inmediatamente las
gigantescas ¨ naves-madre¨o ¨porta-ovrnis¨ modernos.
¨Todo este Universo visible no
es el único en la naturaleza -escribía el poeta Lucrecio en el siglo 1. a. de
C.-, y debemos creer que hay otras regiones del espacio, otras tierras, otros
seres y otros hombres¨.
Entre los siglos ll y lll de
nuestra era vivió en Roma un extraño cronista, de origen griego, del que muy
poco sabemos, con excepción de su nombre y el titulo de su obra. Nos referimos
a Dión Cassio (155-235 d. de e.) -no confundir con el erudito Cassio Longinus,
del siglo II d. de O.)-, autor de una Historia Romana, en 80 libros, donde se
detallan 14 casos de probables prodigios celestes.
Veamos, pues, algunos de los
alucinantes fenómenos relatados por Cassio:
Año 223 a. de O. -¨En
Ariminium, una luz brillante como el día iluminó la noche; en numerosas
regiones de Italia, tres lunas aparecieron en el transcurso de la noche¨.
(Cassio, Historia romana, libro 1).
48 d. de C. - ¨Saetas cayeron
sobre el campo de Pompeyo. Una bola de fuego había aparecido en el cielo, por
encima del campamento de César, y fue a caer sobre el campamento de Pompeyo. En
Siria dos jóvenes anunciaron el éxito de la batalla (en Tesalia) y
desaparecieron¨ (Cassio, Idem, libro IV).
193 d. de O. -¨Tres estrellas
(imprevistamente) fueron vistas circundar el Sol, en el mismo momento que, en
nuestra presencia, se estaba ofreciendo el sacrificio para la entrada en guerra
del Senado. Estas tres estrellas eran tan distintas que los soldados no
pudieron evitar mirarlas y mostrarlas a los demás¨ (Cassio; Idem, libroLXXIV).
Otro cronista que merece
nuestro mayor interés es Julio Obsequente, que habría vivido en el siglo IV de
nuestra era, antes del reinado del emperador Honorio. Su obra El libro de los
prodigios se nos antoja una predecesora del Libro de los condenados de Charles
H. Fort, puesto que en la misma recoge 63 prodigio celestes. Al igual que nos
sucediera con Cassio, tampoco en esta ocasión nos fue posible hallar mayores
referencias sobre la vida de este misterioso analista. En verdad, no es extraño
que se pretenda borrar de la historia las crónicas escritas por este hombre,
sobre todo después de echar un vistazo a algunas de ellas:
Año 163 d. de.C. - ¨Bajo el
consulado de Tiberio Graco y de Mario Juventus, en Cápua fue visto el Sol en
plena noche. En Formia, de día, fueron vistos dos soles. El cielo estaba en
llamas. En Cefalú, un sonido de tromba vino del cielo. Hubo una lluvia de
tierra. Una tempestad abatió las casas y destruyó los sembrados. De noche, un
sol brilló sobre Pisa¨ (Obsequente, Prodigiorum libellus, cap. LXVI).
122 a. de C. - ¨En Galia,
aparecieron tres soles y tres lunas¨ (Obsequente, Idem, cap. XIV).
91 a. de C. - ¨Cerca de
Espoletto, una esfera de fuego de color de oro rodó hasta el suelo, aumentó de
tamaño, pareció desplazarse sobre el suelo hacia el este, y alcanzó tal grosor
como para ocultar el sol¨ (Obsequente, Idem, cap. CXIV).
42 a. de C. - ¨En Roma, se
produjo a la caída de la noche una luz tan brillante, que las gentes se
levantaron para trabajar a pesar de que el día había terminado. En Murtino, se
vieron tres soles hacia la hora tercia del día, que se unieron en un solo
globo¨ (Obsequente; Idem, cap.CXXX).
Oscar Castro

