Se trata del primer país ubicado en el
espacio. Su nacimiento «físico» será el año que viene, cuando se lance la
primera oleada de satélites. La ONU ya está estudiando su aprobación.
«Durante toda mi vida he ido en contra de la corriente. Por
eso mucha gente siempre me ha dicho que tenía ideas muy locas. Ahora he
decidido crear la primera nación en el espacio, un proyecto que reúna a toda la
humanidad». Así comienza el discurso de inauguración de Asgardia, el primer
país del mundo que estará... pues fuera del mundo. La mente detrás del proyecto
es Igor Ashurbeyli, un emprendedor ruso que durante una década dirigió SPA
Almaz (el organismo responsable de la seguridad militar del país, una suerte de
DARPA ruso) y el creador del conglomerado empresarial Socium, que cuenta con
más de 10.000 empleados en todo el mundo. Pero Ashurbeyi no está solo en este
sueño. Junto a él, entre otros, están Ram Jakhu (director del Instituto Legal
del Aire y el Espacio de la Universidad McGill), David Alexander (director del
Instituto Espacial de la Universidad Rice) o Joseph N. Pelton (responsable del
Instituto de Comunicaciones Avanzadas y Espacio de la Universidad George
Washington). El objetivo es lanzar, el año que viene, los primeros satélites y
a partir de entonces comenzar a construir, literalmente, una nación en el
espacio para la cual ya aceptan solicitudes. Hasta el viernes por la mañana,
los futuros asgardianos sumaban (perdón, sumábamos, ya que he completado la
solicitud) menos de 100.000. Ayer por la tarde la cifra sobrepasaba los
250.000. Desde luego que por ahora no constituye ningún compromiso por parte
nuestra. Pero en el futuro sí existirá.
El entorno legal
Si bien el sueño de Asgardia es muy interesante, plantea decenas de incógnitas que se deberán resolver en un plazo breve (unos cinco años) si los tiempos de los responsables del proyecto se mantienen. El primer intento por crear un cuerpo legal que esté vinculado al espacio es el Tratado del Espacio Exterior de 1967 y que desde entonces ha sido considerado como la piedra basal del cosmos, al menos en lo que a jurisprudencia se refiere. Allí se especifica claramente que los planetas y la Luna, por ejemplo, no están en venta: si os han regalado un trozo de la Luna o una estrella, lo sentimos, es mentira.Lo que sí es posible es ser dueño de una parte del espacio, aunque suene extraño. Por ejemplo, la Asociación de la Industria Satelital (SIA por sus siglas en inglés) ha estimado que la economía satelital generó unos beneficios de 160.000 millones de euros en 2013, año de la última estadística disponible. Y si bien está prohibido adueñarse de una órbita geoestacionaria, la Unión Internacional de Telecomunicaciones (ITU), para James Dunstan, fundador del grupo legal Mobius, especializado en derecho espacial, «es un hecho que hay zonas del espacio que se han comprado, vendido como un bien. Tanto los satélites como la trayectoria orbital se han intercambiado, vendido, alquilado y hasta hipotecado... aunque supuestamente no se pueda. En pocas palabras, las órbitas satelitales se han constituido en un tipo de economía». Así, Asgardia debería comprar tierra o mejor dicho, vacío, para establecer su base. Pero. ¿a quién?Otro interrogante es... ¿qué ocurre si hay un crimen en el espacio? ¿Quién será el juzgado y según qué leyes: las de Asgardia, las del culpable, las de la víctima?De acuerdo con el Tratado del Espacio Exterior antes mencionado, quien estaría a cargo de impartir justicia en el espacio es el jefe de la misión. La propuesta de Asgardia es que, si bien el comandante de la misión tiene potestad, el poder también debe ostentarlo el control en Tierra. Lo interesante es que no se someten a la ingenuidad de soñar un país en el cosmos y son conscientes de que la legalidad en el espacio debe abordarse casi antes de pensar en las naves: «Todos los miembros de la tripulación de Asgardia –aseguran en un post en su web– ocupan un lugar fundamental que garantiza la supervivencia o al menos el bienestar del resto del grupo. Cualquier tipo de delito puede romper el equilibrio de esta sociedad». Y el gran problema es que los últimos estudios afirman que las estancias prolongadas en el espacio pueden provocar problemas mentales. Se trata de un cóctel peligroso. Pero también de un sueño que lleva demasiado tiempo en la humanidad. Y algunos han comenzado a ponerse manos a la obra para hacerlo realidad.
¿Para qué un país en el cielo?
Inspirado en Asgard, la mítica ciudad de los dioses
nórdicos, Asgardia se erige en tres premisas: una filosófica, otra legal y la
última vinculada a la ciencia y la tecnología.La primera de ellas pretende
destacar que Asgardia será un lugar de paz en el espacio en el que se busca
asegurar que ninguna iniciativa en la Tierra contamine de algún modo el cosmos.
Para ello persigue conseguir la aprobación de la ONU y crear embajadas
propias.El aspecto científico y tecnológico de Asgardia se centrará en proteger
el planeta de las amenazas que llegan del espacio, siete según el comité
científico de esta «nación»: tormentas solares, cambios en la magnetosfera
terrestre , amenazas de asteroides o meteoritos, daños provocados por basura
espacial, radiación solar, radiación cósmica y la infección que podrían
provocar organismos presentes en meteoritos. Al mismo tiempo Asgardia tiene
como objetivo constituir una base científica que promueva el conocimiento del
espacio y el desarrollo de nuevas tecnologías en un entorno que no sea
controlado por ningún país o fuerza militar. Así, este país laboratorio estará
abierto para todos los habitantes del planeta que quieran investigar... siempre
y cuandopuedan acercarse a sus fronteras o enviar sus proyectos.
Juan Scaliter.
La Razón de España