En cartas familiares que datan de los años comprendidos entre 1813 a 1821, más o menos, nos llegan noticias de los famosos Platillos, es decir, que en plena Patria Vieja el General Carrera y en la Patria Nueva del General O`Higgins, estos extraños artefactos ya incursionaban por los cielos de Chile.
No tenían, como se comprenderá, los archipomposos nombres de Platillos, Cigarros Voladores con que se les denomina hoy en día. Nuestros abuelos, gente sencilla y supersticiosa, los llamaban simplemente, bolas de fuego.
En la Epístola de un Padre mercedario a una bisabuela hemos leído una breve y candorosa referencia a ciertos fenómenos en el cielo de Santiago.
Dice el fraile… “Mucha y grande preocupación ha causado entre las familias principales y el pobrerío la aparición de esos bolos rojizos y humeantes que han cruzado como pájaros de fuego sobre los cielos de Santiago. Para mí, tengo que son artificios divinos… llamados a la penitencia… No sabemos cuándo vendrá el último día… Por eso las almas que sienten el santo temor de Dios deben vivir como si el día que se está viviendo fuese el último…
Estos bolos de fuego de que habla Su Paternidad el mercedario, en su carta descolorida por el tiempo, prueban en forma categórica que por aquellos distantes días ya tenían nuestros antepasados sobre sus frágiles cabezas como una gran espada de Damocles el apasionante enigma de los Platillos Voladores. Se trata de un secreto algo más viejo en Chile.
Revista “En Viaje” Nº 268 – Febrero 1956