Impresiones personales
Alex Chionetti y su investigación
A modo de reminiscencias y sobre la génesis de mi épica búsqueda de la verdad del enigma de la Cueva de los Tayos y de sus nunca vislumbrados tesoros....
En el primer mes de mi estadía en Ecuador comencé a meditar sobre el tema de Moricz después de haber estado vinculado a la investigación de su vida desde joven. Mi sensibilidad estaba abierta los últimos meses al haberme adiestrado dentro de la visión remota, de ahí que mis percepciones se me habían agudizado, aunque a mitad de año había sufrido un debacle emocional que me había disminuido la certeza y agudeza de mis interpretaciones.
Realmente Moricz ha sido un manipulado mas por las fuerzas de la oscuridad, ha sido realmente un visionario, o sino un alucinado, un demente, o una victima de fuerzas cósmicas que querían dejar un mensaje establecido .Acaso otro mensaje de confusión y despiste, algo parecido a lo que sucedió con la historia de Joseph Smith y la génesis del mormonismo.
La saga que dejo Janos Moricz no es un camino de gloria, sino al contrario. Es un sendero de expectativas y decepciones, un arma de doble filo. Aquellos que lo hemos tomado en serio pienso que hemos sido los mas perjudicados .Los jóvenes idealistas pueden proseguir una madurez de respeto a los que innovaron el pasado, pero a veces el revisionismo deja amargas decepciones. En el caso de la Saga de los Tayos, la historia es más detectivesca que muchas de las que siguen perpetuando los mediocres canales de cable divulgativo. La historia de Schlieman no es la de Moricz, pero se le parece. Los dos eran oportunistas, ni intentaron ser arqueólogos profesionales. Estaban más allá de ello. Los dos creían en leyendas. Los dos encontraron lo que buscaban. Uno lo dio conocer al mundo. El otro no. Porque, no lo sabemos. Lo que si sabemos es que nos dejo con la duda de que lo que encontró tal vez no estaba en el plano físico. Esa seria la excusa más misericordiosa. La otra es que perpetro un engaño, tal vez un autoengaño que lo llevaría a encontrar un tesoro mas concreto, una mina de oro.
La cual encontraría más de un decenio después de vagabundear a lo largo de la amazonia ecuatoriana, con un revolver, un par de camisas, un jeep prestado y la inseparable ayuda mecenica de los hermanos Peña Mateus. Una mina que así como la había hallado, la hubiera perdido. Su propia inestabilidad mental, sus delirios de persecución, y un Ecuador corrupto al máximo, donde ser extranjero ,ni ser ya mas un total húngaro, ni un total argentino, le habrá costado a el mismo, y a los que lo rodeaban en poder ser entendido, comprendido, y sobre todo amado.
Cuando la arqueología contemporánea es más un negocio y una mafia universitaria, me hubiera gustado entronizar a Moricz como un nuevo héroe en contra de un imperante reduccionismo académico. Pero no lo fue. No se esforzó en dejar una obra escrita, no escucho a los que lo aconsejaron. Y lo peor es que engaño y defraudó a los que lo mantuvieron--vivo y sano, funcionando a media marcha física y emocionalmente en un inestable Ecuador que va de los sesentas a los noventas. Esto sumado a una vida de fumador y hipertensión lo acabo, sumado a una ausencia de sodio en su cuerpo. No asesinatos ni conspiraciones. Su propia vida fue una conspiración. Sobre todo a nosotros mismos. A aquellos jóvenes idealistas que nos acercábamos a la Avenida de Mayo a encontrar un sentido de una Argentina Perdida, aunque siempre mágica, que nos conectara con el corazón de los Andes y del resto de América Latina.
Seguir el sendero de Moric es un poco seguir el sendero de la decepción ufológica u ovnilógica. Años de esperanzas y entusiasmos que se volatilizan en promesas y efímeras pistas que te llevan a un vacío. No tan interior pero más exterior y en tu relación con el mundo real y concreto. El mundo imaginado por Moricz y perpetuado por el oportunista de Von Daniken quedo ahí. Con el interés de todos, pero de muy pocos en resolverlo.
Allá lejos y hace bastante tiempo
Corrían los finales de los setentas, y a raíz de la publicación de mi primer libro (Mundos Paralelos) conocí a Julio Goyen Aguado.Aunque al principio de mis primeros encuentros lo encontré parco y molesto por reflotar textos que estaban sepultos desde finales de los sesentas.
Había entresacado material de la en ese entonces ya extinta revista de "periodismo de anticipación: 2001" sobre Aguado y la Cueva de los Tayos. Nunca me imagine que ese capitulo seria el efecto gatillo de una búsqueda del mundo intraterrestre, algo que igualmente no había ofertado en configurar la mitad de un libro sobre ese tópico, y que recién ahora me percato de la permanencia de una casi obsesión. Una saga que me llevaría a estar al borde de la perdición y de la muerte....
Después de una cierta iniciación que consto en una básica expedición a la Cueva de las Brujas en los Andes mendocinos, las puertas del Centro Argentino de Espeleología (CAE) estaban mas abiertas. Pese a ello nunca fui un miembro formal, nunca me gustaron las sectas de ningún tipo, ni espirituales ni científicas. Años más tarde Aguado me definiría su asociación como "aparentemente científica pero en el fondo (más allá de lo espeleológico) espiritual.."
No tardaría en conocer por referencias de Aguado o de alguno de los personajes que transitaban a lo largo y a lo ancho de la Avenida de Mayo, y los cafés aledaños a la oficina de despachante de aduana que al unísono albergaba al CAE, verdaderas manifestaciones del realismo fantástico porteño.
Una de las referencias me llevo a ver al Sr.X - no lo nombro porque perdí trazas de su nombre, y si aún lo recordara no se si valdría el riesgo de nombrarlo - un supuesto amigo intimo de Moricz, quien tenia una oficina en las cercanías del congreso.
El Sr X fue el que me hablo originariamente que Moricz había acudido a buscar la tumba de Atila al Ecuador, ya que tenia la hipótesis de que el huno había sido transportado junto a su tesoro hasta las profundidades del amazonas y de sus torrentosos ríos.
Lo solía visitar de vez en cuando bajo la promesa de que me acercaría materiales escritos por Moricz en relación a la Cueva de los Tayos y sus misterios. Recuerdo que en muchas de las charlas el tema antisemítico solía asomar, donde los hebreos eran causa de la decadencia mundial.
Fue uno de los primeros elementos que me llevaban a pensar que muchos de los amigos argentinos de Moricz pertenecían a una corriente neonazi. Esto a su vez apuntalaba los rumores de que Moricz había tenido relación con el nazismo, más allá de su interés en las teorías de Hoerbigger. Otras referencias más tardías relacionarían al aventurero húngaro con el Anneherbe y el esoterismo nazi en sus tiempos de oficial del ejercito húngaro antes y durante la Segunda Guerra Mundial.
Con las mudanzas y cambios de geografías y domicilios, los papeles que me había dado el "Sr X" sobre y de Moricz, terminaron traspapelándose o perdiéndose.
En febrero de 1981 trate de llegar a Guayaquil, vía terrestre, para conocer al húngaro, pero la guerra con el Perú había nuevamente estallado, y los pasos fronterizos cerrados.
En 1982 organicé una primera expedición, con la que me ayudaba Gustavo Fernández, estudioso de lo paranormal. La llamamos Operación Paittiti. Se suponía que íbamos a tener el apoyo de Coca Cola y de los Helicópteros Hugues, gracias a la promesa de un ítalo argentino que los representaba. Era la época de la guerra de las Malvinas, y hasta llegamos que la Gendarmería Nacional nos diera un entrenamiento en ese fatídico invierno del ochenta y dos. Pero todo se fue diluyendo, y los miembros que nos acompañarían se cansaron de esperar, y tanto Fernández como yo nos desviamos a nuestras tareas y estudios universitarios. En esos años la sobrevivencia en Buenos Aires era muy dura, y todo era tan incierto como el futuro de los jóvenes de nuestra castigada generación. A duras penas termine mis estudios e emigre a USA en búsqueda de una beca después que una beca europea fallo al robarme el gobierno argentino un filme que me hubiese finalmente concretado los tramites finales para mis estudios en el extranjero.
Desde que llegue a Los Ángeles (mediados de 1984)me domino la idea y el empuje de juntar dinero para una expedición me llevaron a contactar a un hombre de negocios ecuatoriano, quien no me quiso ayudar con la expedición pero me pidió que le editara su periódico semanal.
Mi posición en el semanario no habría de durar demasiado, donde fui serruchado por otros dos pseudos periodistas argentinos del partido radical, uno de ellos asociado al consulado argentino.
Mi interés periodístico continuaría en otras publicaciones y en mi carrera cinematográfica que no tardaría en establecerse en la distribución internacional de películas, y la sobrevivencia en un país y en una ciudad extranjera no me dejarían mucho tiempo para pensar en los Tayos.
Después vino la muerte de Moricz en 1991, en mis esporádicos viajes de retorno a Argentina no dejaba de visitar a Goyen Aguado. Es así como se me fue renovando el interés en rediseñar una expedición al Ecuador, tema que comenzamos a hablar en 1989, en 1993.
En 1993 lo introduje a otras investigadoras que estaban estudiando el tema de ovnis y su recurrencia en Victoria, provincia de Entre Ríos. Ese invierno me informo que era parte de un grupo del CITEFA, o sea de la inteligencia cientifica militar de las fuerzas armadas.
Conociendo mi trayectoria nacional e internacional en la ovnilogia le puse todo mi saber a mi disposición. Así fue como sirvieron mis enlaces en su primera visita a la zona caliente de la mesopotamia argentina. Los sincronismos o los hilos invisibles de la manipulación (cósmica o del Innombrable) comenzamos a aclarar, o a continuar obscureciendo mi karma o mi destino.
En 1997 volví a encontrarme con Julio, pero ahora en una forma mucho mas estrecha. La verdad que ese corto viaje a Buenos Aires lo pase más con él que con algunos miembros de mi familia.
Ahí ya estaba en pleno desarrollo de un documental cuando mis contactos con la televisión internacional se habían incrementado gracias a mi trabajo de distribución. Es así como Julio me pido humildemente si lo podía llevar a mi expedición. Igualmente el sabia que era el único testigo viviente de donde estaría ubicada la biblioteca metálica, si de existir, o de estar en el mismo sitio donde hipotéticamente la había visto con Moricz en 1968.
Ese mes lo entreviste en video, y en esa entrevista es cuando Javier Stagnaro, miembro del CAE, me empujo a que le contara de esas dos placas que estaban dando vuelta por la oficina y que serian parte de la historia de los Tayos. Nunca jamás lo volvería a ver con vida.
En ese viaje Julio me pidió que le consiguiera unas películas sobre el tema de su pasión del momento que era la continuación de la vida de Constantino.
No solo hice eso, sino que le conseguí a Placido Domingo para que le presentara vía grabación en video su libro en una presentación el Teatro Colon hacia finales de año.
Ese año de 1997 finalizo dramáticamente así como había comenzado, llevándome a la separación de mi esposa después de una larga y penosa enfermedad. En diciembre y desde el Aeropuerto de la Ciudad de México seria la ultima vez que lo llamaría a Julio. Lo único que encontré es su maquina contestadora donde deje un mensaje que nunca seria contestado.
Preocupado porque no llegara el video a tiempo de la presentación en el Teatro Colon, tampoco lo pude encontrar esos días de la primera semana de diciembre. Goyen Aguado no se preocupo por contactarme, y esa duda cargo sobre mi espalda hasta mucho después de la muerte cuando la viuda si me comento que el video fue mostrado con un gran éxito. Aquello me dio un gran alivio pero al mismo tiempo una molestia en el alma.
Pero Julio nunca se preocupo en ubicarme, ni agradecerme. Nunca lo entendí, todavía no lo entiendo porque no se esforzó en saber de mí. Julio era un tipo muy agradecido, de un corrección incomparable. Aunque esto había pasado ya que aún sabiendo que yo vivía en California, nunca nos vimos cuando venia a Los Ángeles a ver a la familia de Zoltan Czellar, otro personaje magyar (tragicómico) en la saga moricziana.
Espero que ahora él me perdone (cuando desarrolle la hipótesis final "tayiana") como yo lo perdone en ese entonces, cuando una sola palabra suya hubiera iluminado los días y las noches mas aciagas.
En mi retorno a Buenos Aires trate de ver a una elusiva viuda. Miembros del CAE me recomendaban que negociara con ellos el acceso a los archivos, siendo mi principal interés el material fílmico, y sobre todo unas peliculillas en Súper 8 que Julio me había proyectado una vez en su despacho de Avenida de Mayo.
Aunque en ese momento lo importante era rescatar todo lo que había quedado embargado en esa misma oficina. Me reuní con el Ingeniero Romanelli quien afortunadamente se recordaba de mi, ero no se había establecido una tasación del valor de la biblioteca. Yo ya me estaba regresando a los Estados Unidos, y habría que esperar que se resolviera el asunto legal con el embargo.
Sin Julio ya iba ser difícil volver al lugar, más teniendo la imagen de que el debía saber bien la geografía, y las diferentes entradas a la cueva. Algo que después se fue desvaneciendo.
Los pasos por Julio por el Ecuador habían sido muy reservados .Los de la expedición de Ceturis del 1969 no lo conocían, y negaban rotundamente que el hubiese estado en 1968.
La gente de Guayaquil no lo recordaba un poco Lilian Icaza, que si llego a remarcar que se habían peleado con Moricz, y ya no se hablaban. Para la Sra.Icaza Aguado nunca había estado ni en Ecuador ni en las cuevas, una posición extrema e irrisoria.
Peña Mateus si se recordaba bien y lo mantenía en alta estima, y le sorprendía, y indiscretamente le atemorizaba la muerte de Julio. Aunque tampoco creía que algunas de las placas habían salido del Ecuador en dirección a Argentina. Algo que de ser cierto hubiese faltado a la palabra y a los principios de Moricz, más cuando había remarcado públicamente que la biblioteca encontrada debía quedarse en suelo ecuatoriano.
Si esto se contradice documentalmente Moricz quedaría para la historia como farsante y como mentiroso ante su propio abogado protector, ante el juicio más parcial o imparcial de la historia.
(Fin Primera Parte)